La fiesta de la Presentación celebra una llegada y un encuentro; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por Simeón y Ana.
Antiguamente, la Ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido el primogénito o hijo mayor de una familia fuera presentado en el templo. Con este acto, el niño le pertenecía a Nuestro Señor y debía ser rescatado mediante el pago de una limosna y esto fue lo que María y José hicieron con Jesús en aquél entonces.
Por mandato del Libro Sagrado, para hacer la presentación, era necesario llevar un cordero y una paloma al templo en sacrificio. Estos se podían reemplazar por dos pequeñas palomas, en caso que los padres fueran muy pobres y eso fue lo que María y José llevaron.
Pero, ¿por qué cuarenta días? La tradición dice que cuarenta días después del nacimiento de un niño, la madre quedaba impura y no podía tocar nada santo ni acercarse al santuario. Es por esto, que también se celebra la Purificación de María.
Aunque esta fiesta ya no forma parte del Tiempo de Navidad, es parte importante de su relato. Así, la Navidad, Epifanía y Presentación del Señor forman los paneles de un tríptico litúrgico.
