Biografía de San Francisco de Sales

Martes 28 de Julio, 2015


 

Por Ana María Decombe

San Francisco de Sales (Sales, Saboya, 21 de agosto de 1567 - Lyon, 28 de diciembre de 1622) fue un santo y obispo de Ginebra. Tiene el título de Doctor de la Iglesia, es titular y patrono de la Familia Salesiana (fundada por Don Bosco).

El valor permanente y la popularidad de sus escritos llevó a la Iglesia a concederle el título de Patrono de Escritores y Periodistas Católicos.

Francisco aceptó en su casa a un joven con dificultad de audición y creó un lenguaje de símbolos para posibilitar la comunicación. Esa obra de caridad condujo a la Iglesia a darle otro título, el de Patrono de los de Difícil Audición.

Los años convulsionados en Francia, después de la Reforma Protestante, formaron el fondo de la vida de Francisco de Sales.

Nació en el Castillo de Sales, de familia noble; desde pequeño fue un gran seguidor de san Francisco de Asís; sus padres fueron Francisco de Sales de Boisy y Francisca de Sionnaz.  A los 13 años viajó a París para estudiar con los jesuitas. Después estudió Derecho y Teología, primero en la Universidad de París y después en la de Padua. Su formación fue muy esmerada; en París hizo los estudios superiores, dedicándose también a la teología; y en la Universidad de Padua, los estudios de derecho, como deseaba su padre, que concluyó de forma brillante con el doctorado en derecho canónico y derecho civil.

En su armoniosa juventud, reflexionando sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, tuvo una profunda crisis que lo indujo a interrogarse sobre su salvación eterna y sobre la predestinación de Dios con respecto a sí mismo, sufriendo como verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo. Oraba intensamente, pero la duda lo atormentó de tal manera que durante varias semanas casi no logró comer ni dormir bien. En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tú serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!». A sus veinte años Francisco encontró la paz en la realidad radical y liberadora del amor de Dios: amarlo sin pedir nada a cambio y confiar en el amor divino; no preguntar más qué hará Dios conmigo: yo sencillamente lo amo, independientemente de lo que me dé o no me dé. Así encontró la paz y la cuestión de la predestinación —sobre la que se discutía en ese tiempo— se resolvió, porque él no buscaba más de lo que podía recibir de Dios; sencillamente lo amaba, se abandonaba a su bondad. Este fue el secreto de su vida, que se reflejará en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios.

Venciendo la resistencia de su padre, Francisco siguió la llamada del Señor y, el 18 de diciembre de 1593, fue ordenado sacerdote. Sus inicios como sacerdote los ejerció en medio de los pobres.

En 1594, fue hacia la zona del Chablais dominada por calvinistas. En un comienzo fue echado por los pobladores y tuvo que pasar temporadas viviendo en la intemperie y de manera rudimentaria, evitando dos intentos de asesinato e incluso ataques de lobos, pero su celo y trabajo empezaron a dar fruto. Debido a su carácter amable y paciente y a una propaganda hecha a mano y distribuida casa por casa, profunda en su contenido, refutando las ideas calvinistas, logró cautivar a los pobladores y convertirlos.  Su fama creció tanto por su virtud como por su sencillez. Fue nombrado obispo coadjutor de Ginebra; viajó a Francia y así llegó a hacerse amigo del secretario de Enrique IV,  y del mismo Enrique IV, quien deseaba que Francisco se quedase allí, pero el santo rechazó la oferta volviendo a Ginebra ("prefiero a la esposa pobre", dijo).

En 1602 se convirtió en obispo de Ginebra, en un período en el que la ciudad era el bastión del calvinismo, tanto que la sede episcopal se encontraba «en exilio» en Annecy.  A partir de ese momento, ejerció el sacerdocio con bastante trabajo y dedicación. Tomó como ejemplos de vida a san Francisco de Asís y a san Felipe Neri con lo que desarrolla una personalidad alegre, paciente y optimista.  Su estilo de vida y carácter cobraron mayor fama ya que se reveló como un gran organizador de su diócesis, llevando una vida austera y con suma preocupación por los pobres y por la formación de sus feligreses. Por ello empezó a escribir libros de manera sencilla que gustaron a todos.

Es apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración; comprometido en hacer realidad los ideales del concilio de Trento; implicado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentando cada vez más la eficacia de la relación personal y de la caridad, más allá del necesario enfrentamiento teológico; encargado de misiones diplomáticas a nivel europeo, y de tareas sociales de mediación y reconciliación. Pero san Francisco de Sales es, sobre todo, un director de almas.

Cada mañana hacía el examen de provisión, que consiste en ver que trabajos, que personas o actividades iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos. A mediodía visitaba al Santísimo Sacramento y hacía el examen particular. Examinando su defecto dominante y viendo si había actuado con la virtud contraria a Él.  Durante 19 años su examen particular será acerca del mal genio, de aquel defecto tan fuerte que era su inclinación a encolerizarse.

Ninguno de sus días pasaba sin meditación. Aunque fuese por media hora,  se dedicaba a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios, en las verdades de la Biblia o en los ejemplos de los santos.

Cada noche antes de acostarse hacía el Examen del día. Decía “Recordaré si empecé mi jornada encomendándome a Dios. Si durante mis ocupaciones me acuerdo muchas veces de Dios para ofrecerle mis acciones, pensamiento, palabras y sufrimientos.  Si todo lo que hoy hice fue por amor al buen Dios. Si traté bien a las personas. Si no busqué en mis labores y palabras darle gusto a mi amor propio y a mi orgullo, sino agradar a Dios y hacer bien a mi prójimo. Si supe hacer algún pequeño sacrificio. Si me esforcé por estar fervoroso en la oración, y pedirle perdón al Señor por las ofensas de ese día, haré el propósito de portarme mejor en adelante, y suplicar al cielo que me conceda fortaleza para ser siempre fiel a Dios; y rezando mis tres Avemarías me entregaré pacíficamente al sueño.

Para el santo hay dos elementos en la vida espiritual: Primero una lucha contra nuestra naturaleza inferior; segundo, la unión de nuestras voluntades con Dios; en otras palabras, penitencia y amor. San Francisco de Sales mira principalmente hacia el amor. No quiere decir que descuida la penitencia, la cual es absolutamente necesaria, sino que desea que ella sea practicada a partir de una motivación amorosa. Requiere la mortificación de los sentidos, pero se apoya ante todo en la mortificación de la mente, de la voluntad y del corazón. Él requiere que esta mortificación interior sea incesante y esté siempre acompañada del amor. El fin a alcanzar es una vida de fidelidad amorosa, simple, generosa y constante a la voluntad de Dios, vida que no es otra cosa que nuestra obligación actual. El modelo propuesto es Cristo, a quien debemos mantener siempre ante nuestros ojos. “Estudiaréis su talante y realizaréis  vuestras acciones como Él lo hacía”. Los medios prácticos para llegar a esta perfección son: recordar la presencia de Dios, la oración filial, una recta intención en todas nuestras acciones, y frecuente acudir a Dios por medio de jaculatorias y aspiraciones interiores piadosas y confidentes.

Es considerado el Santo de la Amabilidad.  Asimismo, hacía una llamada a los laicos a la consagración de las cosas temporales y  el esmero por la santificación de lo cotidiano, en lo que insistirá el concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo.

Su ideal era una humanidad reconciliada, en la sintonía entre acción en el mundo y oración, entre condición secular y búsqueda de la perfección, con la ayuda de la gracia de Dios que impregna lo humano y, sin destruirlo, lo purifica, elevándolo a las alturas divinas.

Es un testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena.

Su encuentro con Juana de Chantal en 1604, acogiéndola como hija espiritual, dio como resultado la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María, el 6 de junio de 1610, para mujeres jóvenes y viudas que querían vivir el llamado de Dios sin la rigurosidad de los conventos monacales. La oposición del obispo de Lyon a este novedoso tipo de congregación les obligó a redactar una regla basada en la de san Agustín de Hipona.

Después de una temporada atendiendo a las comunidades religiosas de su diócesis, fatigado por su gran labor apostólica, murió a los 55 años.

En 1665 fue canonizado por el papa Alejandro VII, fijando la Iglesia Católica su fiesta litúrgica el 24 de enero. En 1877 recibió el título de Doctor de la Iglesia por la eminencia de sus obras y por su vida ejemplar.

Obras más importantes:

“Tratado del amor de Dios”.

“Controversias”, que son los folletos que San Francisco repartía casa por casa en Chablais, tratando principalmente de refutar las ideas calvinistas, y resaltando la defensa de la primacía de Simón Pedro.

“Introducción a la vida devota”.

“Defensa del estandarte de la Cruz”.

Frases y Pensamientos de San Francisco de Sales

"La prueba de un predicador es cuando su congregación no sale diciendo "qué sermón más bonito", sino "haré algo".

"No debemos corregir nunca dejándonos llevar por nuestros sentimientos, sino únicamente por nuestra caridad".

"Nadie llega jamás a la inmortalidad sino por el camino de la aflicción, y he aquí un gran motivo de consuelo para todo en nuestras penas”.

"Dejar que digan, escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse por nada y continuar con fidelidad y buen ánimo".

"Antes de juzgar al prójimo pongámoslo a él en nuestro lugar y a nosotros en el suyo, y a buen seguro que será entonces juicio recto y caritativo".

"Las mismas miserias de la vida se convierten en delicias celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de Dios."

"Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo”.

"Las riquezas son verdaderas espinos; ellas punzan con mil espinos al adquirirlas, con muchas inquietudes conservándolas, con muchas disgustos gastándolas, y con muchas pesares perdiéndolas."

"No puede ser sino vanidad, lo que no sirve para la eternidad."

"Un santo triste es un triste santo."

"No saber mostrarse bueno con los malos es una prueba de que no es uno bueno del todo."

"La ciencia que sirve para hacernos orgullosos y que degenera en pedantería no vale más que para deshonrarnos."

"¡Terrible es la muerte! pero ¡cuán apetecible es también la vida del otro mundo, a la que Dios nos llama!".

"Ten paciencia con todo el mundo, pero sobre todo contigo mismo”.

"En nosotros todo lo excusamos; en los prójimos, nada; queremos vender caro y comprar barato."

“El hombre es la perfección del universo; el espíritu es la perfección del hombre; el amor es la del espíritu; y la caridad es la perfección del amor”.

“Ya que el amor no tiene forzados ni esclavos, sino que reduce todas las cosas bajo la propia obediencia con una fuerza tan deliciosa que, si nada es tan fuerte como el amor, nada es tan amable como su fuerza”.

“Esta es la regla de nuestra obediencia, que os escribo con letras mayúsculas: hacer todo por amor, nada por la fuerza, amar más la obediencia que temer la desobediencia. Os dejo el espíritu de libertad, ya no el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo”.

“Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar a los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas”.

“Que la amabilidad sea siempre vuestra forma de comportaros”.

“No bajemos los ojos sin humillar el corazón al mismo tiempo; no demos a entender que queremos el último lugar sin quererlo verdaderamente”.

“Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. A trabajar, trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando.”

“No mantengas amistad alguna más que con aquellos que puedan compartir contigo cosas virtuosas; cuanto más excelsas sean las virtudes que cultivéis más perfecta será vuestra amistad”.

“Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien; obrar siempre con tranquilidad y calma”.

“Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a sus hermanos, a quienes ve, ese es un mentiroso”.

“Esta vida es breve, la recompensa por lo que aquí hagamos será eterna. Practiquemos el bien, unámonos a la voluntad de Dios. Que sea ella la estrella que guíe nuestros ojos en esta travesía. Es la manera cierta de que lleguemos con bien”.

“Dejar que digan, escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse por nada y continuar con fidelidad y buen ánimo”.

 

“Estamos en el buen camino. No miréis ni a derecha ni a izquierda, porque éste es el mejor para nosotros. No nos distraigamos en considerar la hermosura de otras vías, saludemos simplemente a quienes transitan por ellas y digámosles con sencillez: que Dios nos guíe hasta encontrarnos en su morada”.

“¿Queréis que no os sea sensible la pérdida de las cosas del mundo? No deseéis con ansia lo que no tenéis, ni améis con exceso lo que poseéis”.

“Rebuscar los defectos ajenos es signo de no ocuparse de los propios”.

“Poned empeño en aprovechar las pequeñas ocasiones que Dios os va presentando, poned en ello vuestra virtud y no en desear grandes empresas; porque suele suceder que se deja uno vencer por un mosquito y está combatiendo contra monstruos imaginarios”.

“No te detengan los juicios humanos; descarga tu conciencia y no temas sino a Dios”.

“En mayor o menor medida todos perseguimos la amistad con Dios, pero únicamente las almas generosas -y, por supuesto, en muy diversos grados- penetran en la intimidad de Dios. ¡Qué diferencia a este respecto, entre un cristiano corriente, que vive en estado de gracia pero con tibieza, y el santo que pone en sus obras un gran amor!”.

“Es mejor estar en la cruz con el Salvador que mirarle solamente”.

“No, realmente yo no soy sencillo, pero amo tanto la sencillez que me asombro”.

“Soportad con toda dulzura las pequeñas ofensas, las ligeras molestias y privaciones que sufrís a diario, pues con todas estas menudas ocasiones, si las aprovecháis con amor y dilección, ganaréis enteramente su Corazón y será todo vuestro”.

“Jesús en el pesebre. He aquí una buena lección para aprender que todas las grandezas de este mundo son ilusión y mentira”.

“Habéis de ser paloma, no solamente al volar en la oración, sino también en el nido y con todos los que están a vuestro alrededor”.

“Dios prefiere nuestra fidelidad en las cosas pequeñas que nos encomienda, mucho más que el ardor por las grandes que no dependen de nosotros”.

“La Cruz es de Dios, y no debemos sólo mirarla sino conformarnos con ella, como haríamos con una persona con la que nos viéramos obligados a convivir. Sin pensarlo más, hay que cargar con ella dulcemente, tomando las cosas con sencillez, como venidas de la mano de Dios, sin más reflexiones. Desnudez y pura simplicidad de espíritu”.

“Si os halláis precisado a oponeros al dictamen de otro, hacedlo.”

“Es una especie de obediencia muy agradable a los ojos de Dios no desear dispensas sin mucha necesidad.”

“Es común que quienes se perdonan demasiado son más rigurosos con los demás”.  

“No nos lamentemos, esforcémonos por someternos mansamente a la voluntad de Dios cuando lleguen esas pequeñas molestias diarias”.

“Las mismas miserias de la vida se convierten en delicias celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de Dios”.

“Con tal de estar con Dios, ¿qué más da que sea de una manera o de otra? Puesto que realmente sólo le buscamos a Él, y no lo encontramos menos en la mortificación que en la oración -sobre todo cuando nos envía la enfermedad-, nos deben parecer tan buenas tanto la una como la otra”.

“Hay que dejar que las espinas de las dificultades ciñan nuestra cabeza y que la lanzada de la contradicción traspase nuestro corazón. Beber la hiel y tragar el vinagre... puesto que Dios así lo quiere”.

“Tenemos que permanecer en la barca en que estamos mientras dura el trayecto de esta vida a la otra. Y debemos hacerlo de buen grado y con amor; porque, aunque algunas veces no haya sido la mano de Dios la que nos ha puesto allí, sino la de los hombres, una vez en la barca, estamos allí porque Dios lo quiere, por lo que debemos seguir en ella de buena gana y con gusto”.

“El infierno está lleno de buenas voluntades y deseos”.

“Por mucho que se diga, el corazón habla al corazón, mientras que la lengua no habla más que a los oídos”.

“Las mortificaciones que no van condimentadas con la salsa de nuestra propia voluntad son las mejores y las más excelentes, como las que nos tropezamos por la calle, sin pensar en ellas ni buscarlas, y las de cada día, aunque sean pequeñas”.

“Querer ser pobre y no sufrir por ello incomodidad, es querer el honor de la pobreza y la comodidad de las riquezas”.

“La Cruz es de Dios, pero es Cruz porque no nos abrazamos a ella; puesto que si estuviéramos firmemente resueltos a querer la que Él nos envía, dejaría de ser cruz. Es Cruz porque no la queremos, pero si es de Dios, ¿por qué no la queremos?”.

“Las penas, consideradas en sí mismas, ciertamente no pueden ser amadas, pero consideradas en su origen, es decir, en la Providencia y Bondad divina que las ordena, son infinitamente amables”.

“Ninguno diga: Dispongo sólo de un talento, no puedo lograr nada.  También con un solo talento puedes obrar de modo meritorio”.

 

“No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo”.

“Aprendamos a abandonar actitudes de juez y volvernos más misericordiosos”.

“El deseo de la represalia – el origen de tanta violencia en el mundo – cede espacio al perdón. Nos hacemos hacedores de paz en el hogar y en la sociedad”.

“Las palabras duras que callamos, son nuestras esclavas.  Las palabras indebidas que decimos son nuestras tiranas. Que nuestro hablar sea poco y amable, dulce, lleno de bondad”.

“No esperes con miedo las alteraciones y más alteraciones de esta vida; más bien enfréntalas con la firme esperanza de que, cuando surjan, Dios, cuya criatura eres tú, te librará de ellas”.

“Solo confía en El y El continuará conduciéndote seguramente a través de todo. Donde no puedas caminar.  El te cargará en los brazos”.

“No te preocupes por lo que pueda ocurrir mañana,  El mismo Padre eterno que cuida de ti hoy, se encargará de ti mañana y todos los días.  Te protegerá del sufrimiento, o te dará la fuerza infalible para soportarlo. Quédate pues en paz, y aleja todos los pensamientos de angustia.  Anímate y transforma los problemas en materia para tu progreso y madurez”.

“Piensa muchas veces en Nuestro Señor, pues El te ayudará a soportar tus problemas.  Solo acordándote de que tienes tal amigo, todos ellos serán incapaces de conmoverte”.

“Procura ver a Dios en todas las cosas sin excepción, y disponte a hacer su voluntad con alegría.  Hazlo todo para Dios, uniéndote con El por palabras y obras”.

“Camina muy simplemente con la Cruz del Señor y ten paz contigo mismo.  Pasarás toda tormenta con seguridad, mientras tu confianza se fije en Dios”.

“No pierdas tu paz interior por nada, aún si todo tu mundo parece venirse abajo.  Si te das cuenta que te alejaste de la protección de Dios, conduce tu corazón de vuelta a El tranquila y simplemente”.

“Haz todas las cosas en nombre de Dios y lo harás todo bien.  Ya comas o bebas, trabajes o descanses, ganarás mucho a los ojos de Dios, al hacer todas esas cosas como El quiere que sean hechas”.

“Acontezca lo que sea, no te desanimes; asegúrate firmemente en Dios, mantente en paz, con confianza en su amor eterno por ti”.

 






 



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